"En Chile es malo asumir la homosexualidad"


Fernando Rebello es homosexual y vive en Madrid. En septiembre próximo, este sociólogo de profesión, se convertirá en el primer chileno en hacer uso de la ley de matrimonios entre parejas del mismo sexo, que el presidente Rodríguez Zapatero aprobó el 30 de junio del 2005. El viñamarino, que pasará por el altar con su pareja desde hace 15 años, habló sobre su enlace, su vida, su trabajo y sobre su visión de Chile.

Fernando Rebello no se encuentra nervioso pese a que sólo faltan dos meses para dar el “sí quiero” a su compañero español desde hace 15 años, Rafael, en el registro Civil de Madrid. Asume con naturalidad esta celebración y reconoce que a su familia le hubiera gustado algo más cercano a sus creencias. Algo más católico. Este “patiperro” chileno, que arrivó a la capital hispana cuando tenía 20 años, con sueños y ganas de conocer el mundo, ahora tiene 42 años, un trabajo estable con refugiados inmigrantes y ha decidido, con su “media naranja”, hacer uso de la ley de matrimonios homosexuales. De este modo pasará formar parte de las cuatro mil parejas del mismo sexo que optaron por legalizar su amor en la península, según los datos gubernamentales.

A pesar de su desconfianza hacia los medios, Fernando presiente y, a la vez, ansía que su matrimonio “remueva” a una sociedad conservadora como la chilena. Es por por lo que ha decidido contar su experiencia y demostrar que los homosexuales, son tan normales como los heterosexuales. Desde la mirada de una sociedad más abierta, como la española, donde la homosexualidad es más natural, este sociólogo pretende marcar un hito entre los homosexuales chilenos y así ayudarles a salir del “armario” sin temor “al que dirán”. “En Chile es malo asumir la homosexualidad. La gente no habla del tema y por ello, se han formado muchos ghettos. Creo que la reacción frente a lo diverso o frente a temas de homosexualidad tiene que ver con el saber, con la capacidad de conocer diversas cosas, algo que al chileno le falta por vivir. Espero que mi testimonio abra la mente de los chilenos”.

La homosexualidad de Rebello no se forjó en Chile. Si bien, durante su juventud no tenía claro que le atrajesen los hombres, reconoce que albergaba dudas mientras se formaba en el Liceo A31 de la V Región. Esto no fue impedimento para que mantuviese un noviazgo de dos años con una joven de la zona. Si no vivió el mundo homosexual chileno fue, especialmente, por una cuestión cultural. “Mi opción de dejar Chile se debió más que a mi condición sexual, a mi deseo de conocer mundo, nuevas experiencias y ampliar mi educación. Creo que en ese momento estaba un poco perdido y necesitaba ordenar mis ideas”.

Fue su llegada a España lo que cambió su vida, dando un giro de 180 grados. Además de recibir una completa formación entre la Universidad Complutense y la prestigiosa Universidad Pontificia de Comillas de Madrid, este sociólogo, psicólogo, profesor de básica y master en inserción laboral, asumió su orientación sexual. El ambiente liberal de los años ochenta, en plena “movida”, le ayudó a ello y también a instalarse definitivamente en la madre patria. “Supongo que yo estaba inmerso en un grupo de gente donde estaba mal vista esa condición. En mi familia somos cinco hermanos, casi todos son católicos practicantes y yo también lo era”. Precisamente, su opción sexual atravesó por un proceso lento de transformación, de tal modo, que mientras salía con mujeres, se sentía atraído por los hombres. Durante este tiempo el se daba cuenta de que su catolicismo heredado supusieron un freno para poder tomar esta decisión mucho antes, en su país. “Luego cuestioné mi fe, me aclaré y abandoné el credo. Yo asumí mi homosexualidad en España y fue un trabajo a conciencia, fue un paso muy natural y para nada conflictivo mentalmente”.

La sorpresa para la familia viñamarina, en el primer viaje que Fernando hizo al país, fue doble. Además de explicar que era homosexual, les comunicó que tenía pareja, algo antinatural respecto a los cánones católicos que su núcleo familiar profesaba. Al principio, para la familia viñamarina no fue fácil entender que uno de sus miembros estuviera enamorado de una persona del mismo sexo. Fernando tuvo que enfrentarlos y, desde un comienzo, chocó con su conservadurismo. Lejos de llegar a la confrontación, este sociólogo se dio cuenta de que debían ser sus propios familiares, a través de un proceso interno, quienes terminaran por aceptar la situación. “Son procesos íntimos y personales que en algún momento se le presentan al ser humano y deben acatar normalmente. Al igual que yo viví el mismo proceso al asumir mi homosexualidad. Puede ser doloroso, triste, un regalo o no. En ese sentido, yo no me compliqué la vida esperando ver qué pasaría con ellos”.

A pesar de haber superado esta situación, la procesión sigue por dentro para la familia de Fernando. Todavía hoy la familia hace ojos ciegos a su homosexualidad y el asunto nunca sale a relucir en sus conversaciones, ni en su círculo de amistades. Es lo que se denomina doble moral en las sociedades fuertemente religiosas. “Hay una doble moralidad en la familia chilena. Esto tiene que ver con el perfil típico de la sociedad chilena. El peso de la Iglesia es enorme en Chile, es muy fuerte y eso marca una orientación de vida. Todo lo que salga de esa norma es perseguido socialmente”.

Pero además de la represión eclesiástica, la homofobia que se vive en Chile tiene, según Rebello, un claro culpable: los medios de comunicación, que muestran en forma jocosa y con estereotipos lo que ellos ven diferente. “El rechazo a esta comunidad tiene que ver con unos prejucios que se han vendido, a través de los medios, de que los gays son igual a mariquitas, locas. Esa es una imagen equivocada, sesgada de la homosexualidad. Por ejemplo, la parade gay, es pintoresco, simpático, carnaval y divertida pero es eso solamente, y aquello no es ser homosexual. Yo no represento esa imagen de gay. En ese contexto siempre me he movido. Todos los gays son homosexuales pero no todos los homosexuales son gays”.

Precisamente, este retrato que se corresponde con el que muchos turistas se llevan de Chueca, barrio representativo de la comunidad gay de Madrid, es del que intentó huir desde su llegada a España. El estilo de vida alocado y la promiscuidad no iban con él. “No era lo mío, me limitaba. En Chueca viven una vida homosexual muy poco natural. Yo me negaba a meterme en un ghetto. Así que luego me dedique a otras historietas, al mundo de la educación”.

Amor a primera vista

Una vez encaminada su vida, el amor no tardó en llamar a la puerta de Fernando. Una cena de amigos sería el lugar en que el destino le presentaría a Rafael, el hombre con quien quiere pasar el resto de su vida. “Como toda relación normal empezamos como amigos y luego surgió el amor, el sexo, la pasión, la lujuria”, nos confiesa con una gran carcajada. Sin embargo, reconoce que, a pesar de su amor, “nunca nos hemos presentado a la gente como homosexuales. Si ha surgido la historia hablamos pero si no, no. Jamás hemos justificado nuestra relación ni condición. Creemos que no viene al caso”.

Como si escuchase la conversación, Rafael llega en ese momento al departamento cargado con las bolsas del supermercado. Saluda a Fernando con un tierno beso en los labios, como cualquier otra pareja. Vestido de manera informal, Rafael se muestra tranquilo, a la vez que introvertido; y veloz, se dirige a la cocina para ordenar la compra. Esa noche tienen invitados, así que, este ingeniero aeronáutico de 35 años es el encargado de preparar el “picoteo”, mientras Fernando continúa conversando cómodamente con Independencia Culturalx en uno de los sillones de cuero color crema que visten el salón del amplio apartamento que han adquirido. Situado en el acomodado barrio madrileño de Arturo Soria, en la estancia llaman la atención dos retratos de ambos, pintados por un amigo artista. Durante varios momentos de la charla, Fernando se queda mirando fijamente el óleo de su compañero que, de vez en cuando, entra al living para seguir de cerca el anuncio de su unión.

La complicidad mostrada por esta pareja quedará confirmada en septiembre de este año, cuando se celebre su matrimonio, unión de hecho o como quieran llamarlo, en la junta municipal de la Plaza Mayor de Madrid. A pesar de que sellarán un vínculo legal muy importante para la mayoría de los mortales, sin tapujos, Rebello reconoce que se casa por conveniencia y recalca que 15 años de amor es un hecho más fuerte que una ley. “No necesitamos casarnos para confirmar nuestro amor. Consideramos el matrimonio como un trámite útil porque yo estoy solo acá y hay una serie de derechos legales que cubre esta ley. Si me pasa algún accidente, en estos momentos, mi compañero no me puede acompañar a la UTI. Acá sólo aceptan al familiar más cercano. Asimismo, la ley también nos favorece en temas de herencia y en situaciones de impuestos. Pero te reafirmo: nuestra motivación central es el tema de salud y la cobertura en ese sentido. Y si me pasa algo, mi compañero tendrá poder sobre mí y podrá decidir por mí. Todo lo anterior no sería posible, si no nos casamos”.

Pese a la parafernalia que podría suponer el matrimonio entre Fernando y Rafael, organizarán una fiesta informal y un cóctel con 120 invitados ya confirmados, a la que también asistirá la familia Rebello de Chile y sus amistades. “Es importante compartir con los amigos este momento”, sostiene.

Sin embargo, también asistirá al enlace Pedro Zerolo, líder de movimiento homosexual en España y concejal del Ayuntamiento de Madrid por el PSOE. Además del realce mediático que su presencia puede suponer, será el oficiante del vínculo. “Creo que es importante el tema visual. Tenemos derecho a casarnos y expresárselo a la sociedad”, explica.

El paso siguiente al matrimonio siempre suele ser el aumento de familia. Muchos son los homosexuales en España que, amparados por la ley, deciden adoptar un niño. Para Fernando esta no es una opción, ya que considera que su edad es muy avanzada para hacerse cargo de una responsabilidad tan grande. “Creo que no tenemos ningún lugar que llenar. No estamos en condiciones de educarlo bien. Estamos muy ocupados con nuestros trabajos para ofrecerle a un niño unas buenas condiciones de vida. Yo no niego que puedo ser padre pero es un proyecto muy importante, unas exigencias demasiado potentes. Creo que no tenemos fuerzas para educarlo como nosotros quisiéramos,” sostiene.

Eso sí, reconoce ese derecho a cualquier ser humano que tenga la capacidad para ello. “Estamos a favor de adoptar. No depende de quién quiere ser padre sino de que los estamentos legales deben determinar la forma adecuada para adoptar y verificar que ese adulto está en condiciones de entregar una vida digna a un niño”. Y Fernando se sincera al plantear que “la verdad es que lo peor de ser maricón es no poder tener hijos propios. Porque a mí me encantaría tenerlos”.

Ayudando a los refugiados

La falta de tiempo para tener niños, Fernando Rebello la ocupa ayudando a los refugiados en la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), sucursal Madrid, donde trabaja como responsable del programa, Eneas Equal. Este proyecto depende del departamento de Formación y Empleo de la CEAR, y su función es atender a asilados por razones políticas. El programa, gracias a su visión, ha sido adoptado también para proteger a personas perseguidas por orientación sexual y género. A Rebello le apasiona este proyecto, que le ha acercado al mundo de los más rechazados por la sociedad. “Mi trabajo consiste en la inserción social y laboral de los refugiados o quienes piden asilo. Asimismo, este programa de ayuda e inserción laboral lo hemos adaptado a las necesidades de homosexuales, transexuales y mujeres maltratadas. Estamos trabajando para ganar derechos para estas personas y hemos pedido que se reconozca en la ley española el asilo por orientación sexual y por género. De esta manera, queremos que España proteja el derecho de vivir la vida como la persona la quiere vivir, dando lo mismo si eres hetero, homo o transexual. Y ellos si son perseguidos en su países por tal motivo, puedan asilarse en la península”.

La realidad española contrasta enormemente con la que dejó Rebello en Chile, en plena dictadura, en el año 1985. Su juventud la vivió en las peñas, mamando del colectivismo, cuando lo popular y el tema político eran el leit motiv de su generación. A su regreso a Chile, apenas asumir Patricio Aylwin, quedó impactado al ver a la gente en plan consumista. Considera que el pueblo chileno está desorientado en ese aspecto y que la falta de una educación digna es el gran causante. “Chile y un chileno hoy por hoy, para mí, es un superviviente en el sistema. Viven las 24 horas en pro de subsistir. Viven para sobrevivir, para estudiar y para trabajar y trabajar. Hemos asumido un sistema que nos pareció bien pero es una puta mierda. Una gráfica perfecta para enseñar que es el neoloberalismo es Chile. No es posible que el leit motiv sea consumir”.
En la actualidad, confiesa no conocer a fondo la realidad chilena, sin embargo, es consciente de la manera particular en la que los diferentes grupos políticos nacionales discuten los asuntos de homosexualidad y las libertades individuales. “No puede ser que los grupos conservadores entreguen un sentido moral, por ejemplo, al divorcio siendo este más bien un tema ligado a los derechos civiles. La discusión es tan infantil en Chile... Creo que para superar esas cosas es importarse verbalizar los problemas. Son destacables las protestas de los escolares por una mejor educación. Así se avanza a una sociedad plural”.

Rebello dice no haberse sentido nunca insultado durante sus viajes a Chile con su pareja. Es más, no le importaría volver para jubilarse con su compañero. “La gente es muy amable en Chile y siempre nos ha tratado bien. Incluso en una ocasión pensamos en comprarnos una casa en Viña del Mar pero todo quedó en nada”.

Quizá su matrimonio en septiembre, además de unir sus vidas aún más, les lleve de luna de miel a su Chile natal. O quizá les haga cumplir su sueño, de envejecer juntos frente al muelle Barón.

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