Orhan Pamuk: En la frontera de las sensaciones y la razón.




El Premio Nobel de Literatura 2006, es un escritor que reflexiona sobre la ciudad desde la experiencia y los sentimientos. ‘La maleta de mi padre’, su más reciente publicación y un texto muy personal, expone de manera magistral sus inspiraciones y miedos creativos, y como se debe entender a quienes toman la pluma para crear mundo paralelos.

Madrid

Orhan Pamuk (1952) es un autor que se destaca por reflexionar sobre la ciudad como un texto abierto continuamente dinámico. Es un novelista que se rebela contra los tabúes culturales e históricos oficiales y que ha enseñado a leer las realidades lejanas de una forma dinámica y antinarcisista.

Su última publicación ‘La maleta de mi padre’, un texto íntimo inspirado en la maleta que su progenitor le dejó con escritos de cuando intentaba ser un escritor, reúne tres discursos que Pamuk pronunció al recibir distintos premios entre 2005 y 2006 (Premio Nobel) y desvela al lector como ha sido su lucha interna para desarrollarse plenamente en el campo de la literatura a lo largo de 32 años.

“Le damos demasiada importancia a la idea de que el mundo tiene un centro. No obstante lo que nos impulsa a los escritores a encerrarnos durante un año en una habitación para escribir es la fe. Es la creencia de que lo que escribimos se entenderá y se comprenderá porque los humanos se entienden en todas las partes del mundo”, comenzó explicando Pamuk su forma de entender la literatura en una charla en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Desde sus inicios Pamuk se consideró un escritor occidental y su padre lo sumergió en la otra visión del mundo de las letras porque tenía una biblioteca rica en autores extranjeros. “Cuando empecé a escribir ‘El libro negro’ tenía 32 años y me di cuenta que mis ejemplos eran Dostoiewsky, James Joyce o los franceses. Escritores que son muy lógicos y muy cartesianos, con un centro y una lógica, y donde la ciudad resultaba perfectamente comprensible”.

Sin embargo, a medida que iba soltando la pluma los ejemplos franceses no le dejaban satisfecho para dar vida a su querida Estambul, un ente que no es entendible en el sentido puro creativo. “Por ejemplo, en ‘El libro negro’ quería intentar expresar las confusiones, el terror y esas imágenes continuas en la ciudad. Entonces entendí que sólo podía expresar todo eso si las imágenes estaban estrechamente unidas con el verbo. Muchas veces he dicho que las frases no tienen un centro lógico sino que, además, deben tener un patrón, un dibujo de laberintos con una serie de imágenes”.

Es así como en ‘El libro negro’ las frases no se utilizan para transmitir ideas o significados cartesianos sino que a veces expresan una combinación de imágenes que hay que interpretar. “Yo quería explicar cómo me sentía cuando andaba por la callejuelas de mi ciudad y el efecto que tiene la ciudad sobre las personas más que intentar penetrar, categorizar o describir la ciudad”, dijo.

Luego, los textos de James Joyce y del español Juan Goytisolo ayudaron al escritor a mostrar la ciudad como algo complejo donde al elemento intelectual había que agregarle las sensaciones que vive una persona. “Para mí es como un crisol de imágenes complejo, una mezcla de imágenes y cosas que no se pueden explicar, palabras, símbolos, fotografías, una especie de mapa roto, fragmentado. Yo hablo de una ciudad desde la observación y me pregunto, ¿qué nos hace la ciudad?, ¿cómo nos influye la ciudad?”.

En tanto, pese que a veces le han criticado la longitud de sus frases o porque son muy confusas, en su defensa Pamuk esgrimió que “algunas de mis frases son complejas, extrañas, abigarradas pero, por otra parte, la literatura no consiste en escribir frases entendibles, también es un bombardeo de imágenes, de palabras, de verbos, de sensaciones”.

Para poder transmitir su experiencia de una ciudad, el escritor comentó que son importantes los libros y enciclopedias de historia de la ciudad para tener una base lógica. “Sin embargo, las experiencias en la ciudad nos ayudan a entenderla. Debemos escribir sobre una ciudad con los tentáculos abiertos y con la mente abierta”.

Sin duda, al Premio Nobel le gusta el proceso de creación libre y lo cumple a rajatabla. Cuando llega a una ciudad nueva su primer impulso es quedarse sólo e ir a caminar interminablemente sin plano por las calles de la ciudad. “Si hace frío y me canso, me meto a un café, abro mi libreta y escribo sobre mis sensaciones. Evidentemente, no escribo de forma cartesiana”.

Además, siempre intenta fijarse en cómo se comporta la gente, el aspecto de la gente, símbolos, impresiones y en la arquitectura. “La compresión de la ciudad es difícil y sólo se puede hacer bien si perteneces a ella. Si no es así, sólo es una representación periodística. Pero toda la observación literaria también debe “hacerse en forma disciplinaria”, acotó.

Recordando ‘Nieve’

Es el año 2000 y Pamuk visita una pequeña ciudad del noreste de Turquía, Kars, para interiorizar gran parte del argumento que quiere para su libro ‘Nieve’.

“Pensé que era importante localizar mi historia ahí y experimentar la ciudad. Entrevisté a distintas personas y me presentaron como el gran escritor nacional que venía a escribir sobre la ciudad. Recuerdo que me invitaron al programa más importante de la ciudad para hacerme una entrevista y le dije al periodista que iba a publicar antes de las elecciones municipales. Luego, ellos le pidieron al público que hablara sobre los problemas más importantes para que yo escribiera de éstos y los políticos los solucionaran después. Y tuve suerte porque el pueblo me ayudó mucho en mi libro”, explicó.

Sin embargo, una vez publicado el libro, le criticaron por haber dramatizado exageradamente ciertas cosas que pasaban en Kars. “A algunos partidos les gustó mi libro. Pero al nacionalista mas conservador no le gustó, ya que yo le agregé un ingrediente más islámico al libro. Le di más énfasis a esas cosas pero eso no quiere decir que sea así esta ciudad”.

Orhan Pamuk, en ‘Nieve’ se basó en el modelo del filósofo alemán Walter Benjamin, un crítico literario experto en libros urbanos. “Benjamin planteó escribir viendo desde
afuera y con otros ojos, es un tipo de literatura exótica porque la gente ajena presta atención a cosas que no tiene en su propia civilización. El escritor externo abre más los ojos, y estoy de acuerdo en eso”.

Buscando en ‘Estambul, ciudad y recuerdos’

Despues de publicar ‘Nieve’, Pamuk decidió escribir un libro original, desde un punto de vista personal sobre su ciudad natal y determinó que el título debía ser ‘Estambul, ciudad y recuerdos’.

“Como llevaba 50 años viviendo en Estambul me surgió la idea de expresarme sobre la inmigracion, los cambios culturales, personales que pasan por esta ciudad, sobre las cosas originales que surgen por el intercambio de civilizaciones”, declaró.

La vida en la capital de Turquía le enseñó al escritor una serie de elementos y observaciones que plasmó en el libro que le dio éxito internacional.

“Nuestra mente siempre asocia sufrimiento o alegría con lo que estamos viendo en la ciudad y nuestro ‘harddisc’ graba esa experiencia asociándola a una parte del paisaje o arquitectura que nos rodea en ese momento. Es una experiencia personal y su asociacion con una experiencia visual. Vivir en una ciudad es, en mi opinión, recoger cientos de asociaciones como la experiencia arquitectonica, sus símbolos, sus calles, su aspecto, etcétera. Al final se convierten en una especie de índice de nuestros recuerdos emocionales”.

Para Pamuk cuando cambia la ciudad también adquirimos nuevas experiencias. “Nos sentimos frustrados porque vamos a un paisaje y ya no se asocia con nuestra experiencia anterior. Y eso no nos gusta porque queremos recordar con ese paisaje y si ha cambiado perdemos todas esas emociones”.

Sin miedo a los nacionalistas

La prensa de su país, especialmente la nacionalista, le ha criticado al Nobel con vehemencia su denuncia del genocidio armenio y se especula que podría exiliarse. Esa posibilidad se agranda más aún si Pamuk se encuentra viviendo desde hace algunos años en Nueva York.

“No me siento rechazado por mi país y no sé como explicar mi situacion de verdad. En mi opinión, en esta época no existe el exilio. Ahora, estoy enseñando en Nueva York y es estupendo pero por otra parte nadie me puede convertir en un exiliado. Puedo volver en cualquier momento a Estambul y no volver no me lo puedo imaginar”, señaló con determinación Pamuk.

Es que su sentido de la libertad y el respeto por lo diferente no lo perderá nunca. “Hubo una campaña de los medios de derecha contra mi pero soy una persona fuerte y he luchado contra eso. Yo defiendo mis derechos y nunca los perderé”, concluyó.

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